Desde la mitad de la bahía de Xàbia, pasando por los acantilados del Cap de Sant Antoni y hasta el puerto de Dénia, la línea de los 20 metros de profundidad define las aguas de la Reserva Marina que comparten ambas poblaciones.

Se trata del punto en que el Montgó se encuentra con el mar como si fuera la proa de un barco de piedra y el extremo peninsular más próximo a las Islas Baleares, con las que forma una continuidad paisagística y humana. Esa unión, la de una montaña de las características del Montgó y el área protegida que la rodea, con la costa es infrecuente en nuestro litoral y le confiere a la Reserva Marina su personalidad geológica y natural.

Tomando la costa como referencia, donde se suceden paredes verticales, ensenadas y barrancos, y viniendo de norte a sur, la Reserva ofrece algunos enclaves imprescindibles: la Torre del Gerro, que es un dispositivo renacentista de vigilancia contra las incursiones de los piratas (s.XVI) y donde todavía se puede ver el escudo de Carlos I; la Cova Tallada, cantera natural de piedra tosca que se divide en dos cámaras, una de ellas penetrada por el agua, y que ofrece una extraña belleza barroca cargada de historias; la boca de la Cova Foradada donde se resguardaban los cazadores neandertales que vigilaban el paso de las manadas de caballos salvajes cuando el mar estaba a seis kilómetros de distancia de donde hoy rompe; la primera y segunda ensenada; el Morro Codina; y el propio Cap de Sant Antoni, que cierra por el norte la bahía de Xàbia.

Desde que entró en vigor la protección de la Reserva en 1993, poco a poco este espacio ha ido consolidándose como un privilegiado punto de observación de fauna marina y aves. En las impresionantes paredes verticales de piedra anidan halcones y cormoranes que pueden verse durante todo el año, así como garzas reales y un águila pescadora. También, otras especies residentes como perdices o palomas o diferentes tipos de gaviota.

Pero es bajo las aguas azules de este punto del Mediterráneo donde las labores de vigilancia y la concienciación de los usuarios han permitido la recuperación de una extraordinaria riqueza en forma de meros (el anfòs baleárico), cigalas reales, dentones, doradas, escorpas (cabracho), langostas, morenas, salpas (salemas), sargos, pulpos, erizos… toda una fiesta para los aficionados al buceo que aquí pueden entrar en contacto con una fauna que, de otra manera, habría sido arrasada por la presión humana.

Aunque uno de los espectáculos naturales más potentes es el avistamiento de ballenas que, desde principios de verano y hasta noviembre, pasan de norte a sur en su singladura entre la mar de Liguria y el estrecho de Gibraltar. En algunos puntos de la costa se puden ver a menos de 500 metros de tierra.

También bancos de delfines mulares frecuentan estas aguas y son bien conocidos de los marineros y los navegantes deportivos.

Como curiosidad, sabed que una visita que quiera profundizar en la historia de la Reserva Marina del Cap de Sant Antoni, puede tener su continuación lejos del mar, en la sala de arqueología submarina del Museu Soler Blasco. En ella podréis disfrutar de una de las mejores colecciones de ánforas y anclas de diferentes épocas de todo el País Valencià y tambien informaros de los diferentes usos e interpretaciones que los habitantes de este pequeño y riquísimo enclave han hecho a lo largo de los siglos de sus recursos naturales.

Por último os dejamos con este documental de Sol de Invierno. Son veinte minutos en los cuales los testimonios de Tono Fornes y Juan Gargallo (escritores), Amadeu Ros y Jesús “El Canari” (marineros), Ximo Bolufer (arqueólogo), Lluís Pérez y Antoni Martínez (guardacostas), Javier Reyes (juez), Joan Torres (miembro del Servei Ambiental del Parc Natural del Montgó) y Álex Pella (navegante oceánico) explican todas las vertientes de este tesoro natural y social.