Xàbia ya la conoces durante los meses de verano; de junio a septiembre son (muchas) decenas de miles las personas que vienen de todo el mundo a disfrutar de nuestras playas y calas, del descanso en contacto con la naturaleza mediterránea o de la oferta gastronómica, cultural y de ocio del Casco Histórico y el barrio marinero de Duanes, pero ¿qué pasa cuando llegan el otoño y el invierno?

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Pues pasa… que empieza lo bueno. Pero lo bueno de verdad, porque la temperatura sigue siendo buena pero sin ahogarse, sigue habiendo ganas de pasarlo bien, pero sin aglomeraciones y puedes bañarte la mayor parte de los días en un mar transparente y tranquilo porque las medusas se han vuelto al infier… a donde quiera que vivan.

Xàbia, y el entorno de la Marina Alta, en estas estaciones se convierten en una experiencia más completa. La luz es diferente y la naturaleza se vuelve más amable. La montaña se deja pasear en rutas de senderismo que se adaptan a todos los ánimos y todos los estados de forma, desde la subida a la cumbre del Montgó o su cueva – sin riesgo de lipotimia, que siempre es una ventaja -, hasta los caminos del parque forestal de la Granadella o del Cap de Sant Antoni, que un año después del incendio que sufrió ya muestra esperanzadores signos de recuperación y ofrece unas vistas que ya son un clásico del Mediterráneo. Por debajo, en la pared rocosa que desciende en vertical hasta las aguas de la reserva marina, proliferan los nidos de cormoranes, garzas reales y halcones. Te esperan los miradores del Cap de la Nao y la Falzia, o el del Cap Negre para enseñarte a vista de pájaro el perfil ya tranquilo del Cap Prim y la isla del Portitxol. Y también nuestros mejores rincones de costa son más accesibles: puedes visitar calas como la Granadella, Ambolo o la Barraca, o las cuevas costeras, sin estrés y sin preocuparte de dónde dejarás el coche o si habrá sitio para tu kayak entre tanta moto de agua. Si te sumerges, el buceo te deparará gratas sorpresas, porque no solo la vida en tierra se tranquiliza, también la fauna acuática siente en su reloj biológico que se ha acabado el verano y empieza la vida tal cual es.

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En cuanto a los núcleos urbanos, también las cosas suceden a otro ritmo. Todo es más personal y el trato, lógicamente, es de mayor calidad. Xàbia sigue siendo un pueblo vivo, pero de otra manera. ¿Noches de cenas y copas? Las que quieras. ¿Fiesta? No te la vas a acabar. Pero si lo que quieres es, por ejemplo, disfrutar sin aglomeraciones de nuestra mejor gastronomía, esta es tu temporada (Sin ir más lejos, los locales de la Asociación de Restauradores de Xàbia están ofreciendo esots días los menús de la IV edición de Xàbia al Plat Mariner).

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O si, simplemente, quieres caminar sin prisa por el barrio marinero de Duanes, oliendo el mar, dejándote refrescar por la brisa de la tarde y saboreando el lujo de no tener obligaciones, entonces olvida agosto y apúntate al otro turismo. Déjate caer por el puerto una tarde a las cuatro y verás entrar las barcas de arrastre y cómo descargan el pescado y el marisco del día para la subasta. O súbete al Casco Histórico y callejea entre rejas negras, portaladas de tosca dorada, flores y terrazas hasta la hora de decidir si vino o cerveza. Conoce el Mercat Municipal y sus puestos, conoce lo que fuimos en el Museo Soler Blasco – que por cierto tiene una de las mejores salas de arqueología marina del País Valencià. De nada -, o disfruta de la programación de exposiciones en la Casa del Cable o de Ca Lambert, ambos espacios obras de arte en sí mismas. O, ya puestos, ponte duro y reclama tu derecho a no hacer nada. Absolutamente nada. Nada de nada. Excepto ser perezosamente feliz en un lugar y un momento del año que ya no podrás olvidar. Bienvenidos. Bienvenidas.

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